Ni corto ni perezoso me integré en el grupo, haciéndome el despistado, y les proseguí
Eso elevaba sus niveles de ansiedad. Entre los 30 y los 40 años, no solo era abandonado por quienes sufrían sus ataques, sino que perdió la capacidad para conquistar nuevas compañeras de cama. El agobio lo consumía, a la vez que la sola idea de sentir amor le era cada vez más extraña.